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¿“Nueva normalidad”? ¿“Empresas hibernadas”? No hay “nueva normalidad”

Extracto de las palabras de nuestro Presidente, Ángel Nicolás, en la Asamblea General de FEDETO

Esta crisis sanitaria nos está poniendo a prueba y el balance es desolador. España registra, según los datos del Gobierno, más de un millón de personas contagiadas, cerca de cuarenta mil fallecidos y los datos siguen subiendo.

Debemos agradecer a todo el personal sanitario que hayan cumplido con su labor, por encima de lo que resultaba exigible, estando a la vanguardia de la lucha contra el virus, exponiendo sus vidas, para tratar de salvar la de todos nosotros. Debemos poner en valor, a todos los empresarios que, además, de padecer las consecuencias sanitarias de la pandemia como el resto de los ciudadanos, están soportando una situación económica extremadamente complicada y adversa. Y, junto con ellos, debemos reconocer a nuestros trabajadores, a los que han seguido ejerciendo su labor, pese al riesgo que ello conlleva y a los que afrontan una difícil situación por encontrase en situación de ERTE o han perdido su puesto de trabajo como consecuencia de la debacle económica en la que nuestro país está inmerso en estos críticos momentos.

La historia reciente de nuestra evolución económica, ha mostrado las debilidades y carencias de la economía española, determinando nuestra incapacidad de afrontar esta situación del mismo modo que otros países cuyas economías estaban saneadas. Lo veníamos avisando, nuestra deuda pública, nuestro déficit público y nuestro gasto público crecían de forma desproporcionada y sin control hasta 2019. Tanto que, cuando en 2020 nos hemos visto sorprendidos por una depresión económica, nuestra exposición al riesgo de quiebra económica como país, sólo va a poder resolverse, otra vez, gracias a la intervención de Europa. Sin Europa, hoy España estaría sumida en la pobreza extrema. No es agradable exponer esta realidad, pero así están las cosas.

En una situación como la que nos está tocando vivir, lo primero es velar por la salud de las personas. Pero, al mismo tiempo que se lucha contra la pandemia y se trabaja en encontrar una vacuna contra el virus, se debe trabajar para encontrar una vacuna económica. Y esto no se está haciendo. Al menos, no de una forma acertada.

El sistema de ERTES planteado por el gobierno, durante el estado de alarma, y en sus sucesivas prórrogas, no ha sido el más acertado. Si los empresarios no pueden utilizar los ERTES, para mantener sus plantillas, cientos de miles de trabajadores corren el riesgo de acabar en el desempleo.

Las prestaciones por cese de actividad llegaron tarde y su cuantía se ha reducido, exponiendo a estos empresarios y a sus familias a una verdadera agonía económica.

Ahora tenemos un nuevo estado de alarma que, desde el punto de vista sanitario, es necesario porque, según se no dice, los expertos sanitarios así lo exigen. Es preciso abrir un debate es sobre el hecho concreto de decretar un nuevo estado de alarma sanitario, sin haber previsto, al mismo tiempo, las derivadas económicas que ello conlleva. Exigimos al gobierno de España que vuelva a negociar con los representantes de los empresarios y de los trabajadores nuevas medidas para las empresas y el empleo.

Los empresarios hemos respetado escrupulosamente las medidas sanitarias que se nos han impuesto, pero tenemos que decir que algunas de ellas no han sido iguales para todos los sectores, pese a que entre ellos exista semejanza. Y esto pone de manifiesto, cuando menos, la incoherencia de algunas medidas. Los empresarios, pese a que no hemos llegado a conocer al “famoso” comité de expertos, no hemos cuestionado la lógica científica de las medidas sanitarias que se nos imponen. Lo que no aceptamos de buen grado es que para situaciones semejantes se adopten restricciones sanitarias muy diferentes. En cualquier caso, lo que es evidente es que determinadas medidas restrictivas empujan a los empresarios a cerrar sus negocios porque, de seguir abiertos, para atender a un escaso número de clientes, no serían sostenibles.

No aceptamos los eufemismos del gobierno de España: ¿“nueva normalidad”? ¿“empresas hibernadas”? No hay tal “nueva normalidad”, lo que nos pasa es que nos enfrentamos a una nueva crisis económica, a una nueva anormalidad, que vamos a tener que superar con mucho sacrificio y que está dejando en el camino a cientos de miles de empresas quebradas y cientos de miles de trabajadores en el paro. Las empresas no han estado ni están “hibernadas”. Si lo hubieran estado, sus impuestos y cotizaciones a la Seguridad Social, así como sus gastos hubieran sido proporcionales a su reducción de ingresos. Pero no, la voracidad de la Hacienda Pública y de la Seguridad Social, así como la obligación de seguir pagando los gastos corrientes para mantener el negocio, han demostrado que esta pretendida “hibernación” no ha existido. Los gastos han superado, con mucho, los ingresos.

El riesgo que corremos, no llamando a las cosas por su nombre, es que la sociedad no sea capaz de distinguir la situación real que viven las empresas de la que está impostando el gobierno, a través de esos eufemismos de nuevo corte. Y lo peor de esto que es que la sociedad caiga en el engaño, no llegue a conocer la realidad que viven las empresas y no comprenda que las medidas que demandamos son necesarias.

Estamos en unos momentos tan críticos que es necesario acertar con las medidas que se adopten, porque el empresario ya no puede más. Sus fuerzas están al límite. Sin reservas y con un futuro inmerso en la incertidumbre, el empresario no puede soportar, por más tiempo, que no se adopten las medidas que son necesarias.

El problema es que el gobierno de España parece haberse instalado en el prejuicio permanente contra las empresas. En pleno siglo XXI, tiene un concepto de los empresarios como si se tratara de patronos del siglo XIX. Las ideologías deben evolucionar, no pueden permanecer estancadas. Porque, en esos prejuicios y en ese concepto que tiene de los empresarios, se basa y justifica para endurecer las leyes laborales y fiscales. Y ni España ni sus empresarios ni sus trabajadores se merecen esta estrechez de miras. Es injusto.

Si esta forma de pensar sobre los empresarios no cambia, no se van a adoptar las decisiones que necesitamos y no vamos a poder superar una situación tan compleja como esta. Lo que no es de recibo es que el empresario, sufra las consecuencias de una pandemia y de una depresión económica y que, al mismo tiempo, se vea obligado a afrontar, un mercado laboral rígido e inamovible y una presión fiscal que lejos de cesar, corre el riesgo de incrementarse.

A lo largo de estos meses, desde FEDETO hemos reclamado medidas fiscales y de financiación de empresas, hemos presentado una batería de medidas económicas, hemos demandado flexibilidad y medidas de protección de la actividad empresarial, hemos solicitado medios de protección higiénico-sanitarios para nuestros trabajadores y clientes y, sobre todo, hemos pedido claridad y coherencia en las innumerables normativas que el Gobierno publicaba a diario.

Lo hemos hecho porque la Constitución exige al gobierno planificar la actividad económica de acuerdo con los sindicatos y las organizaciones empresariales y nosotros hemos cumplido con nuestra parte de forma responsable y prudente. Pero, para lograr ese objetivo de planificar la economía, es necesario el diálogo social. Y para dialogar, hay que escuchar y adoptar una postura de empatía. Si no, no hay diálogo, hay imposición. Y el diálogo de los representantes empresariales con el gobierno de España ha sido muy difícil. A veces se ha quebrado, casi, hasta romperse definitivamente.

En el plano de nuestra Comunidad Autónoma, el diálogo social ha sido y es fluido y constante. Esto cristaliza en acuerdos generales importantes, que valoramos positivamente. En el Plano Provincial, la Diputación de Toledo está colaborando con los empresarios en cuantos proyectos le proponemos y asumiendo competencias que, aunque no le son propias, están sirviendo para generar empleo, actividades de comercio exterior y, también de creación de empresas. También en el Plano Local, los ayuntamientos están intentando, dentro del ámbito de sus competencias, ayudar al tejido empresarial.

Entre todos debemos proponernos cuidar en extremo a los distintos sectores empresariales. No es buen momento para modificar legislaciones sectoriales ni para imponer nuevas exigencias. Es momento de ser lo más flexibles posible con todo. Estamos trabajando con el gobierno regional en esta línea y esperamos de él la sensibilidad necesaria para actuar como le proponemos.»